Las mentiras y su adictiva dependencia

El frió poco a poco se ha hecho sentir aquí, pasa a través de mis dedos descubiertos al momento de escribir estas líneas. Bueno… ¿a qué se debe este título tan contundente? La verdad es que surgió hace unos días, para ser exactos, al iniciar la semana. La anécdota que dio pie a este tema, es necesario decir, fue infantil de forma cien por ciento literal dadas las circunstancias. 

Como muchos saben, en mi vida tengo un hermoso tesoro que es mi hermana y al igual que su ternura, carga consigo un carácter que parece que viene de familia. Sin embargo, en su terquedad y testarudez, propia de una niña aún, a veces comete errores, siendo algunos más reprochables que otros. El punto es que si hay algo que detesto es la mentira, sobretodo si se trata de un encubrimiento de algo insignificante y absurdo. Esa pequeña y no tan inocente mentira por parte de ella me hizo pensar muchas cosas, ya que hasta de los pequeños acontecimientos uno puede sacar algo provechoso. Entonces, después de un ligero, pero estruendoso sermón, retrocedí en mi memoria a recuerdos que dejaron huella, relacionados directamente al tema del día de hoy.

Mientras “rebuscaba” en los archivos de la carpeta innombrables (pocos entenderán), me tope con ciertos momentos en los que destapé mentira tras mentira. Pero creanme, ingenuo no era, aún así, debía descubrir la verdad oculta tras esas excusas perfectamente elaboradas con una precisión milimétrica. Al final como es de esperarse, desenmarañé cada una de ellas, con decepción mas que tristeza ya que para ese entonces, por mi sagacidad había atado varios cabos. Esto gracias al hecho de que las mentiras poseen una belleza particularmente sobrepuesta, una verdad cubierta por un hermoso pero casi traslucido velo que lucha por no desvanecerse, lo que hace un poco más fácil detectarlas y/o sospechar que algo no anda del todo bien. 

Como es sabido, las mentiras llegan a tornarse en una patología, debido a que su practicidad para tapar dolorosas verdades y malas acciones, las convierten en el pan de cada día de ciertas personas. Permitiendo la manipulación y consecución de objetivos a veces perversos. Sin embargo, la cereza de la torta se da cuando descubres todo y caes en cuenta del tipo de individuo que te acompaña y cómo con un cinismo glorioso es capaz de cerrarse, negar algo evidente y mantener la calma incluso cuando ya se dio cuenta que se encuentra acorralado. Considero penoso el ver como un mitómano ya no consigue dejar de mentir, siendo comparable a un adicto que lucha por dejar aquello de lo que depende tan intensamente.

No cabe duda que la deshonestidad es uno de los defectos más reprochables. Por esa razón el corregir desde una temprana edad es imperativo; así como enseñar a que por más mínima, absurda que sea la mentira, si uno miente por algo insignificante e irrelevante, entonces mañana más tarde ¿a qué debemos atenernos cuando se trate de algo verdaderamente importante?

Nadie tiene la memoria suficiente para mentir siempre con éxito. Podrás engañar a todos durante algún tiempo; podrás engañar a alguien siempre;
pero no podrás engañar siempre a todos

Abraham Lincoln

Bueno estimado lector espero te haya gustado esta nota y recuerda, la mentira tiene patas cortas. Se libre de dejar tus opiniones y comentarios, nos vemos en una siguiente nota. Un abrazo.

2 comentarios sobre “Las mentiras y su adictiva dependencia

  1. Me encantó esta nota, muy cierto lo que dices, las mentiras se tienen que corregir, porque si no se vuelve tan natural, que uno no sabe si en algún momento nos están diciendo la verdad o nos están mintiendo.
    Tenemos que ir corrigiendo y haciendo entender que la honestidad tiene un valor invaluable, TE FELICITO MUY ACERTADO TU COMENTARIO.

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