Inicié el año no tan bien como quería, no en una playa viendo el amenecer; sino en mi oscura habitación, acompañado de un fiel mejor amigo que entre risas y bromas, logró que este tan especial e importante día sea llevadero y no tan solitario.
Soy una persona un poco complicada, por momentos muy frío y superficial con ciertos sentimientos, ya que solo me muestro tal cual con las personas más cercanas a mí; sin embargo, cuando conozco a alguien especial, mi forma de ser da un giro de 360 grados.
Es muy raro que muestre otro tipo de interés en una persona; por lo general todos pasan a la zona del amigo. Mi experiencia amorosa es relativamente pobre, pero en esa poca experiencia he pasado por varias situaciones que me han hecho madurar, pensar con la cabeza fría y demás. Sin embargo, esta vez me dejé llevar por lo que sentía y no porté el escudo que me protegía de los dulces y a la vez amargos sentimientos del amor.
Evidentemente el amor no aflora en solo unas semanas, pero si el interés, valorar la compañía de esa persona, imaginarte ciertas cosas (cursi ya lo sé…), pero cuando uno no está tan acostumbrado a estas experiencias, a veces nos tomamos las cosas muy enserio y glorificamos los pequeños detalles. Soy consciente que puede parecer un poco inmaduro de mi parte, o tal vez sensible – débil, pero en lo particular estoy feliz de haber podido ilusionarme otra vez, de haberme alegrado cada vez que sonaba una solitaria notificación en medio del silencio, de sonreír como tonto al ver los mensajes en la pantalla del celular, de desesperarme al primer timbre de una llamada y de alistarme al instante al saber que esa persona estaba en camino.
Suelo mostrarme fuerte, ser el chico de la gran personalidad, el anfitrión de las fiestas; entre otras referencias no tan modestas. Pero la realidad es que aveces cuando llega alguien que despierta mi poco receptivo interés; es como si mágicamente aflorara un dulce y meloso Jorge Luis, lleno de suspiros, cursilería. Esta es una faceta que suele estar dormida, por que me deja completamente vulnerable, lo cual, no es de mi total agrado.
El primer día del año fue uno de catarsis, de renovación. No me arrepiento de lo que pasó, de esas contadas semanas que fueron perfectas; de haberme entregado completamente y soñado con algo que hubiera podido ser, con certeza, más serio.
Soy consciente de que todo pasa por algo y soy feliz de haber podido sentir después de más de una año, el dulce sabor del romanticismo. Y, finalmente, que a pesar de haber salido con el corazón un poco herido, he vivido y soñado [después de mucho], de manera plena durante aquellas mágicas horas, llenas de caricias y suspiros…